¿Son nuestros ojos los que cambian? ¿Es el lugar donde paramos?
El viaje es constante...
Podemos atravesar la misma plaza todos los días, sus baldosas desprenderán un olor distinto cada vez.
Mudamos el decorado, reemplazamos la luz sin apreciar nuestra fragilidad. De repente, descubrimos una torre que siempre estuvo ahí, como las cajas sin abrir de los rincones del pensamiento.
Al transcurrir el tiempo el lugar no es el mismo, sólo para las aves de paso que conservan la visión persistente de lo efímero.
Saludos con el viento.
2 comentarios:
De todas las virtudes, sólo una es absolutamente incompatible con la poesía: la modestia.
María nunca dice tanto de lo que es como de lo que no es.
Un beso.
No sé qué contestarte, Juan... Tienes la capacidad de ver siempre un poco más allá.
Un beso.
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