Me hiere retirar tu almohada
cuando no estás;
el vacío se desviste en
silencio,
la luz no hace juegos sobre la
cama
sino curvas de sueño
que me derrotan más que el
propio día.
Me hiere la firmeza de tu
almohada
si la dejo en su sitio;
la carencia de arrugas no delata
tu forma,
donde soy nave abandonada a ti.
Mi cuerpo se prolonga en tanto
espacio,
donde empequeñezco cuando me
abrazas.
Robo para mí, tu huella en la
almohada.
Saludos con el viento.
7 comentarios:
Hay personas donde parecen rebotar todas las señales que provienen de los demás, como si fueran incapaces, no ya de adivinar lo que llevamos dentro, sino de ver lo evidente. La crueldad de esa ausencia, de esa huella que está a punto de robar, incluye la imposibilidad de que nadie, nunca, se cuestione la impresión que causa, - " el vacío se desviste en silencio,
la luz no hace juegos sobre la cama ", que va a causar, - " sino curvas de sueño que me derrotan más que el propio día ", que causará ya siempre, - " Mi cuerpo se prolonga en tanto espacio,
donde empequeñezco cuando me abrazas " - ...
Precioso.
Un abrazo, María.
Gracias, Juan.
Si no vemos las huellas, los indicios, sino solo aquello que se presenta de forma explícita, estamos viendo, como mucho, la mitad. No podemos darle la espalda a lo que nos rodea -por invisible o intangible que a veces resulte-, por el hecho de que pueda herirnos; puede que ahí esté el futuro disfrute y el constante aprendizaje. Si no ampliamos la capacidad de ver, no podemos aprender, el avance se haría imposible.
Un abrazo.
Me duele no encontrar ese pliegue de tu piel, dejando a la mía al frío del día...
Besos alados.
Querida Fabi, los versos siempre pueden servir de abrigo.
Un abrazo alado.
Mi capítulo LXXXVII de la novela tiene mucho que ver con este poema.
Un abrazo. ¿ Puedes creer que te echo de menos ?
En fin...¡ que se apaga el cacharro !
¡Ja,ja,ja! ¡El cacharro! Supongo que, dadas las circunstancias, no se le puede llamar de otra manera... Si me hicieses caso y fueses a la tienda...
Estoy aquí, Juan.
Un abrazo.
Las huellas, las señales de los otros (en las almohadas o en las vidas) son su única existencia auténtica en nosotros, la que permanece cuando eso que llamamos cuerpo anda en fuga.
Abrazos, siempre
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