Todo fue estupendo, mejor de lo que nunca podría haber imaginado, por parte de la gente y por como yo me sentí.
La presentación del libro el viernes 20 no fue una presentación; fue un encuentro y un descubrimiento de almas. No fueron vanos los gritos al vacío que un día La Gárgola comenzó a lanzar al infinito, no, no fueron vanos. Navegaron por el cosmos, por los océanos, por las raíces de la tierra, y en todos ellos se fueron quedando, pero sin perder un gramo de sí; se quedaban y se multiplicaban, y llegaba a su nuevo destino con más fuerza que nunca. Hasta el día 20, en que miraron de frente y dijeron: aquí estamos, hemos llegado, y una vez que lo hemos hecho, podríamos volver a hacerlo.
Ítaca existe, claro, tan claro como que tenemos alma (la que vuela y la que pesa, todo va con nosotros), y ahí dentro la llevamos esperando reconocerla, y lo hacemos, claro, un día lo hacemos, aunque siempre haya estado con nosotros.Parece que el libro está agradando (aquí pongo los pies sobre la tierra). No sé que trascendencia tendrá ni si será largo o corto su recorrido, pero el día 20 de mayo de 2011 yo estuve en Ítaca, y solo por eso ha merecido (y merece) la pena el viaje.
Gracias a todos, a los que asistieron, a los que no asistieron pero quisieran haberlo hecho, y a los que estáis, quizá, sin que yo lo sepa.
Saludos con el viento.