Uno, dos, tres... Dieron las campanadas.
No abrieron brechas que el tiempo cerró.
Ya han pasado de largo
la tristeza y los tedios;
las plegarias marcharon
hacia otra madrugada;
los arcanos descansan
en su envoltura negra.
No quiero morir, quiero quedarme con vosotros.
No quiero morir... Me olvidaríais.
Saludos con el viento.
13 comentarios:
Te morirás.
Te olvidarán.
Espero que lo lleves bien.
Besos.
Pero que las dos cosas tarden mucho...
Besos.
No somos otra cosa que simiente de olvido, un sordo e intrascendente relámpago entre dos nadas. Pero mientras nos apagamos (y no es egolatría), somos el universo. Es lo que peor llevo en eso de tener que morir, que cuando lo haga, lo hará conmigo el universo. ¿O no?
Abrazos.
Cuando muera el ultimo ser que te recuerde, con él, morirás tu también. Yo te recordaré y recordaré tú poesía hasta el fin de mis días....luego???
Un beso María.
El olvido es la verdadera muerte, la más real, la más tangible, porque es la muerte que vivimos. En el olvido se nos mueren las miradas, las caricias, el amor, los sueños, los deseos, los rostros... La otra muerte solo es la nada.
Imposible olvidarte!!!
Éxodo: Somos universo, al fin y al cabo, somos polvo de estrellas.
Un abrazo.
Big: Nos recordaremos... Y luego también.
Un beso.
Francisco Javier: A la otra muerte yo prefiero llamarla tránsito...
Un abrazo.
Castúa: Gracias nena.
Un abrazo.
Cara María:
No ocultas tu necesidad, tu ambición de esa inmortalidad de los grandes poetas...¿ Sabes ? No tengo muy claro qué sea la inmortalidad hoy. Los inmortales podían dudar si ingresarían en esa privilegiada orden, pero no tenían reservas, como tú, sobre su existencia y naturaleza. A veces os envidio por eso, y preferiría ser un inmortal ya muerto en vez de un pobre hombre vivo, si es eso lo que me está reservado. La vida es algo fugaz, brevísimo - tres campanadas -. Nuestras vísceras nos dicen lo contrario - el aliento de mis pulmones - o, más exactamente, nos atan al presente como si sólo existiera éste, como si no hubiera pasado ni futuro. Todo cuanto pensamos sobre la brevedad de la vida lo pensamos con el cuerpo puesto en una sensación inapelable de victoria del presente - ya han pasado de largo la tristeza y los tedios -. Es sólo un segundo, pero este segundo es como si lo fuera todo, como si fuera eterno - No quiero morir, no quiero morir -. Contra lo que siempre se ha dicho de que el presente es un punto que se pronuncia y se va, el presente es un punto que vivimos con la impresión corporal de que nunca se va a acabar - quiero quedarme con vosotros. Me olvidaríais -. Es nuestra zona animal la que lo vive así. Pero la cabeza nos dice lo contrario, aprendemos de la experiencia y nos damos cuenta de cómo pasa el tiempo - hacia otra madrugada, los arcanos descansan en su envoltura negra - de que, si juzgamos sabiamente, daremos lo non venido por pasado...
Un abrazo fuerte.
Querido Conocimiento:
Si algo puede aspirar a la inmortalidad, es el pensamiento, y en ese ámbito eres un maestro.
El poema habla de la certidumbre de que esa inmortalidad no existe, de que no merece la pena desintegrarte porque, más tarde o más temprano, te olvidarán; los propios que te conocen o los que queden cuando ya no haya nadie de los que te conocieron.
Es un grito que reza: "¡Os quiero! ¡Me quiero! ¡Me queréis! Me queréis ahora... pero aún existo, después..."
Un abrazo.
Hola María:
Porque la muerte es un volver a renacer, y resurgir, es un volver a caer para volver a recomenzar.
Bonitos tus versos.
Necesito enviarte un email, voy a ver si lo veo en tu perfil es relacionado al poema que quieres compartir en mi blog en la sección "Compartiendo palabras.
Un beso.
María, acabo de enviarte el email.
Otro beso.
Gracias María, un abrazo.
Temor al vacío y al olvido después de la muerte. Hace pocos días puse en mi blog una entrada (Algo,Nada) sobre este tema, aunque creo que el poema se quedó corto, quizá no es fácil de manejar. En todo caso, toca asimilar que es así, y quizá en esto reside la belleza.
Un abrazo y besos
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