En esa tarde soleada, aquella chica de ojos verdes y lánguidos, iba paseando en bicicleta, con una amplia pamela y un vaporoso vestido largo y blanco con encajes en la bastilla.
Iba por un camino de tierra, pegada al muro de piedras adornado con zarzamoras; con los baches del camino, los pequeños frutos recogidos caían saltarines al suelo desde la cesta incorporada a la bicicleta, dejando pequeñas manchas moradas al ser aplastados por las ruedas. Bajo la pamela, el largo cabello ambarino, la piel blanca y la sonrisa más joven. Paz. El camino a casa tras el revitalizante paseo vespertino.
Cierra los ojos, se recuesta en su mecedora de mimbre bañada en barniz brillante, casi dorado; tiene el largo cabello plateado retirado de la cara con dos antiguas peinetas, la piel blanca y vetusta, con las marcas del tiempo en su sonrisa. Paz. Observa la nueva carretera cubierta de asfalto y recuerda aquel camino y su paseo de retorno a casa al atardecer. Parece que fue ayer...
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Saludos con el viento
4 comentarios:
Una prosa exquisita
y lograda.
Saludos :)
Gracias amigo, por el comentario, la visita y el tiempo.
Saludos cordiales.
Gracias María por crear estas Hermosas y sencillas pinturas.
A ti, por estar siempre ahí para leerlas.
Un abrazo.
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