miércoles, 10 de octubre de 2012

Autómatas


Nadie se paró, algunos
bajaron la mirada.
Permanecí en cuclillas
mirando mis monedas,
sonreí ante el paso de los autómatas.

Amaneció el día con las piedras de la calle
más humanas que las personas.



Saludos con el viento.

4 comentarios:

António Eduardo Lico dijo...

Bella poesia.

María Blázquez dijo...

Gracias, Antonio.
Un saludo cordial.

El conocimiento es un amigo mortal dijo...

Es como si unos dedos de calor y de amor repiquetearan en los adoquines de la calle, así noto sin levantar la cabeza las miradas de la gente que pasa. Es un calor tibio, agradable, como el sol que aparece y desaparece según se descorra o corra la cortina de las nubes...Tú también lo has notado.

Un abrazo fuerte.

María Blázquez dijo...

Querido Juan:
¡Qué reconfortante es sentir que uno comparte en la distancia! ¿Verdad?

Un abrazo.

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